Burley, el mayordomo eficiente
Yo fui un niño enfermizo; quizá por ello me aficioné a la lectura. En los 70 no teníamos televisión en el cuarto, ni wifi, ni play. Recuerdo decenas de libros que me acompañaron en esos días interminables en los que la soledad y la inactividad empujaban a la imaginación a encontrar una vía de escape. Escribiendo estas líneas me he acordado de Passepartout, el mayordomo de “La vuelta al mundo en 80 días”, de Verne. En seguida comprenderán por qué. En la primera entrega de esta serie de artículos que he venido en llamar “Frente a la estantería”, hablamos de todos los elementos que conforman una mezcla de pipa. En la segunda, nos referimos al tipo de tabaco más frecuente: el virginia. Hoy hablaremos del siguiente en el ranking: el burley.
La planta tiene en el campo un tamaño semejante al virginia, pero ahí acaban las semejanzas. El burley es un tabaco con más aceites naturales y con hojas más gruesas. Eso lo convierte en una variedad mucho más potente, menos dulce, menos ácida y con una combustión más lenta. Pero lo que ha definido de forma determinante su empleo en la industria del tabaco ha sido su porosidad, que quintuplica a la del virginia y que le permite absorber aromas externos.
El burley no suele utilizarse solo. Muy camaleónico, asume sin estridencias las características de los demás ingredientes, a los que aporta más cuerpo, más fortaleza y más equilibrio. Pero, sobre todo, es el vehículo sobre el que los aromas añadidos se integran en el blend».
Las hojas de burley se curan al aire. Se cuelgan bajo un techado que las proteja del sol y se dejan reposar durante dos meses. En ese tiempo, el color cambia hasta un marrón oscuro que lo define y que, erróneamente, ha determinado que sea conocido por el público como “tabaco negro”.
El burley no suele utilizarse solo. Muy camaleónico, asume sin estridencias las características de los demás ingredientes, a los que aporta más cuerpo, más fortaleza y más equilibrio. Pero, sobre todo, es el vehículo sobre el que los aromas añadidos se integran en el blend. Pocos fumadores han probado el sabor natural de esta variedad (achocolatado y terroso). Casi siempre es usado –al natural o en forma de Black Cavendish– acompañando al virginia, para incluir los sabores tradicionales del ron, de la vainilla, de las cerezas y de ese innumerable arsenal de esencias que tanto éxito tienen en los estancos. Sin el burley, las mezclas aromáticas no serían posibles. Al menos no como las conocemos.
Afortunadamente hay otros usos más “dignos” para este tabaco. Las hojas medias de la planta, las de mejor calidad, más largas, más delgadas y más claras, son separadas para crear un tipo de burley especial, el blanco, usado por los mejores mezcladores para aprovechar sus virtudes al natural.
Las hojas medias de la planta, las de mejor calidad, más largas, más delgadas y más claras, son separadas para crear un tipo de burley especial, el blanco».
Otra excepción es el Kentucky, que es el resultado de curar al fuego las hojas. Logra un resultado con un potente sabor ahumado, más terroso y con un cuerpo mucho más vigoroso y pesado.
El Perique es, seguramente, la interpretación más valorada del humilde burley. Oscuro y aceitoso, es el resultado de someter las hojas ya curadas a un proceso de fermentación anaeróbica, en su propio jugo, utilizando presiones muy elevadas. Es muy potente, con un sabor avinagrado, con matices apimentados. El mejor Perique, muy caro y escaso, se obtiene a partir de una variedad de burley rojo de Saint James (Louisiana, Estados Unidos).
Passepartout, catalizador, servicial y leal, es el héroe plebeyo que deseaba una vida plácida y que se ve arrastrado a una formidable aventura, sin cuya participación no habría finalizado con éxito. Como el burley, sencillo, pleno, áspero, sobrio. El esplendor de la humildad.